Por Antonio Faúndez
El 15 de abril, en su programa de YouTube “La Hora de King Kong”, el periodista Juan Cristóbal Guarello difundió un audio que agitó profundamente el ambiente político y deportivo nacional. En el registro, grabado durante la campaña municipal del año anterior, se escucha al actual alcalde de Macul, Eduardo Espinoza, solicitando directamente apoyo electoral a integrantes de la Garra Blanca. Espinoza, exjugador y funcionario ligado por años a Colo Colo, pedía el voto de los barristas a cambio de entradas para partidos, respaldo institucional y una promesa explícita de representar los intereses colocolinos desde la alcaldía en el simbólico año del centenario del club. Según detalló Guarello, el vínculo entre Espinoza y este sector no era circunstancial: se habría forjado durante su tiempo como formador en las escuelas de fútbol del Monumental, donde habría cultivado una relación de cercanía y mutuo reconocimiento con diversas filiales de la barra en la comuna de Macul.
Cinco días antes de la difusión de este audio, el 10 de abril, dos jóvenes fallecieron en las afueras del estadio Monumental producto de una estampida provocada por un intento masivo de ingreso irregular. El caos, que tuvo lugar durante el partido entre Colo Colo y Fortaleza por la Copa Libertadores, culminó con la suspensión del encuentro y generó fuertes cuestionamientos a los protocolos de seguridad. Apenas un día después de la revelación de Guarello, el 16 de abril, el periodista Cristián Caamaño agregó un nuevo elemento al debate público al denunciar en un programa radial que una facción de la Garra Blanca, vinculada a Francisco Muñoz Carrasco, alias “Pancho Malo”, mantenía el control de la galería Caupolicán, operando abiertamente con tráfico de alcohol y drogas.
Eduardo Espinoza fue electo alcalde de Macul con el respaldo del Partido Republicano. Además de su pasado como futbolista profesional en clubes como Cobreloa, Magallanes y Deportes Melipilla, su trayectoria incluye labores administrativas en Colo Colo, lo que le permitió mantener contacto permanente con actores vinculados al club, incluyendo sectores organizados de hinchas. Desde el inicio de su gestión, Espinoza nombró, en un puesto clave de la administración comunal, a Luis Urzúa, coronel (r) de Carabineros y exjefe de seguridad de Colo Colo entre 2015 y 2023.

Durante los ocho años que permaneció en el club, Urzúa acumuló una larga lista de incidentes. Su gestión fue cuestionada por permitir el ingreso de bengalas y fuegos artificiales, por su incapacidad para frenar episodios de violencia interna en la barra y por los conflictos que sostuvo con empresas externas contratadas para labores de seguridad. En 2023, Blanco y Negro decidió su desvinculación en medio de presiones de distintos sectores del directorio. Posteriormente, fue contratado por la Municipalidad de Macul como jefe de Seguridad Humana.
Uno de los episodios más polémicos de su gestión en Colo Colo ocurrió en abril de 2023, cuando se registró el ingreso de Alejandro Ariel Ñanco, conocido como “El Ardilla”, al Estadio Monumental. Ñanco, condenado a 10 años de prisión en 2012 por el homicidio de Francisco Figueroa Muñoz —alias “El Mero Mero”— durante un enfrentamiento entre facciones de la Garra Blanca y mantiene una prohibición judicial de ingreso a recintos deportivos hasta el año 2071. A pesar de esta restricción, fue grabado en al menos siete ocasiones vulnerando dicha orden.

El caso que generó mayor revuelo ocurrió durante un partido internacional, donde fue visto liderando desórdenes en la galería Caupolicán. Este sector del estadio es el mismo que, según lo denunciado por el periodista Cristián Caamaño ayer, 16 de abril, está actualmente bajo el control de una facción de la Garra Blanca vinculada a Pancho Malo, que opera con total impunidad realizando tráfico de drogas y alcohol. La presencia reiterada de Ñanco en esta misma zona, pese a su prohibición judicial, refuerza las denuncias sobre la persistencia de estas redes al interior del estadio Monumental. No obstante, no existen antecedentes públicos que indiquen su reingreso al estadio después del año 2023. El episodio de ese año, ampliamente difundido por la prensa, marcó la última aparición registrada de Ñanco en el recinto deportivo. Testigos, reportes de Carabineros y registros audiovisuales de ese hecho en particular señalaron directamente a la jefatura de seguridad del club como responsable de haber permitido su ingreso en aquella ocasión. Diversos sectores del directorio de Blanco y Negro exigieron explicaciones tras ese evento, intensificando las críticas contra Urzúa por su manejo de la seguridad interna. Este incidente fue uno de los detonantes que aceleró su desvinculación definitiva de la institución unos meses después.
Ñanco fue uno de los operadores más cercanos a Pancho Malo durante el período en que éste lideró la barra, entre 2003 y 2012. Las ocasiones en que se le ha visto retornar a la galería desde entonces corresponden a sectores del estadio tradicionalmente asociados a la facción histórica que ambos integraron.
Francisco Muñoz Carrasco, alias “Pancho Malo”, fue condenado por homicidio en el año 2003 y lideró la Garra Blanca durante casi una década. Su carrera política y social ha estado ligada a la derecha chilena desde finales de los años noventa. Primero se vinculó a la Fundación Pinochet, participando en actividades de apoyo al dictador cuando este estaba detenido en Londres. Posteriormente, se acercó a la Unión Demócrata Independiente (UDI), donde mantuvo contacto con figuras parlamentarias del ala dura del partido. En los últimos años, su cercanía con el Partido Republicano se ha hecho más visible, sobre todo a partir de su apoyo público a la candidatura de José Antonio Kast en 2021.
Durante su jefatura al frente de la barra, estableció una estructura jerárquica que combinaba control territorial, articulación violenta y relaciones de poder con sectores internos del club. En la campaña presidencial de 2021, apoyó activamente a José Antonio Kast. Aunque, actualmente, niega mantener vínculos con el Partido Republicano, ha sido visto en múltiples instancias públicas hostigando a Johannes Kaiser, parlamentario y uno de los principales contendores internos de Kast dentro del bloque más radical del sector.
Otro antecedente que refuerza los lazos históricos entre figuras políticas de derecha y líderes de la Garra Blanca es que en julio de 2012 se difundió una fotografía donde aparecían los entonces diputados UDI Celso Morales y Gustavo Hasbún junto a Francisco Muñoz (Pancho Malo) y Alejandro Ñanco (El Ardilla). La imagen se conoció poco después del homicidio de Francisco Figueroa, alias “El Mero Mero”, ocurrido a las afueras del estadio El Teniente de Rancagua, por el cual Ñanco sería posteriormente condenado.
La fotografía fue tomada durante la presentación de un recurso judicial para revertir la decisión del club Universidad Católica de no vender entradas a hinchas de Colo Colo para un partido en San Carlos de Apoquindo. Aunque Morales aseguró no conocer a Ñanco y que la imagen fue producto de una coincidencia en un lugar donde había muchos barristas, la presencia conjunta de parlamentarios y líderes de la Garra Blanca volvió a instalar cuestionamientos sobre la cercanía entre ciertos sectores políticos y la cúpula de la barra.

Las declaraciones de Guarello y Caamaño, aunque refieren a escenarios distintos, exponen una realidad común: la penetración de actores políticos y delictivos en la cultura de estadio. Luis Urzúa representa un puente operativo entre ambas esferas, habiendo trabajado con estructuras institucionales y siendo, a la vez, objeto de acusaciones sobre su cercanía con sectores radicalizados de la Garra Blanca. Hoy, sigue al mando de la seguridad municipal de Macul.
Desde hace años, sectores de la extrema derecha han sostenido una narrativa que asocia a las Barras Bravas con el estallido social de 2019 y con sectores de izquierda radical. A través de medios afines y discursos públicos, se ha intentado posicionar a los barristas como agentes de caos utilizados por fuerzas anti sistémicas. Sin embargo, los hechos expuestos durante estos días evidencian una dirección opuesta. Las conexiones más visibles y verificables entre líderes barriales y partidos políticos no provienen de la izquierda, sino de sectores de la ultraderecha.
Las evidencias hoy disponibles —audios, registros audiovisuales, decisiones administrativas y testimonios policiales— muestran una red de colaboración activa entre miembros de la Garra Blanca y autoridades vinculadas al Partido Republicano. Ya no se trata de sospechas ni de discursos especulativos: se trata de vínculos trazables, sostenidos y documentados. Mientras la campaña comunicacional de la derecha insiste en criminalizar las alianzas entre movimientos sociales y organizaciones populares, lo cierto es que las barras Bravas más poderosas han encontrado en la ultraderecha un nuevo canal de validación, protección y protagonismo político.
Así, el estadio Monumental deja de ser sólo un lugar de encuentro deportivo para transformarse en un espacio de poder donde se definen alianzas, se proyectan candidaturas y se disputa, entre cánticos y bengalas, el sentido de pertenencia a un país que aún busca cómo narrarse a sí mismo.