La reciente elección en la Cámara de Diputados de Chile ha generado una ola de críticas y reflexiones entre los partidos que forman parte del oficialismo. La diputada Camila Rojas, del Frente Amplio, reconoció la votación como una derrota para su sector, tras empatar en la segunda vuelta con José Miguel Castro, de Renovación Nacional, y perder posteriormente en el sorteo que definió el resultado.
En la primera vuelta, Rojas había superado a Castro por un voto, pero la ausencia de la diputada Catalina Pérez y la omisión de voto por parte de Jaime Araya en la segunda ronda llevaron al empate. Estos hechos, junto con la confirmación del desafuero de Pérez por la Corte Suprema justo antes de la votación, complicaron aún más la situación para el oficialismo.
Rojas hizo un llamado a los diputados que no apoyaron su candidatura a rendir cuentas sobre sus decisiones. Por otro lado, la posibilidad de futuras alianzas se mantiene, ya que algunos, como el Partido Comunista y el Partido Socialista, siguen comprometidos con la unidad en temas como las vicepresidencias y la presidencia de las comisiones.
Las respuestas de los involucrados no se hicieron esperar. Maricela Santibáñez justificó su voto por Castro alegando afinidad en su agenda legislativa, mientras que Jaime Araya destacó haber cumplido con los acuerdos de pareo previa notificación a Rojas. La tensión dentro del sector progresista resalta los desafíos de mantener la cohesión política, especialmente cuando las diferencias se ven amplificadas en momentos cruciales como una votación de esta naturaleza.
El resultado en la Cámara es un recordatorio de las complejidades internas dentro de las coaliciones políticas y las distintas interpretaciones de lealtad y estrategia política.