Este lunes, el ambiente en La Moneda se sacudió con dos renuncias de alto perfil: la ministra de Defensa, Maya Fernández, y el jefe de asesores de la Presidencia, Miguel Crispi, decidieron abandonar sus respectivos cargos, en lo que parece ser una sincronización política digna de estudio.
La dimisión de Fernández llega tras la controversia por la fallida compra de la casa del expresidente Salvador Allende, propiedad de su familia. A pesar de las explicaciones y la anulación de la transacción, las críticas no cesaron, y su salida parece un cierre inevitable de un episodio que dejó mella en su gestión.
Por otro lado, Miguel Crispi optó por renunciar justo después de comparecer, por segunda vez, ante la Comisión Investigadora del Caso Monsalve. En un acto de discreción política, evitó responder a las preguntas de los parlamentarios, escudándose en su deber de reserva como asesor presidencial.
El presidente Gabriel Boric no tardó en tomar decisiones: nombró a Adriana Delpiano como nueva ministra de Defensa y a Felipe Melo Rivara como reemplazo de Crispi. Movimientos rápidos que buscan estabilizar la gestión gubernamental y mostrar capacidad de reacción ante las turbulencias internas.
Mientras tanto, la ciudadanía sigue con su cotidianidad, observando de reojo los cambios en el gabinete y esperando que, al final del día, la política se traduzca en mejoras concretas para el país. Porque, al final, los nombres cambian, pero los desafíos siguen siendo los mismos.
