El gobierno de Trump, con Elon Musk como operador clave, avanza a toda máquina en su cruzada por reducir el Estado. En una reunión de gabinete, Musk —con gorra MAGA y polera ‘TECH SUPPORT’— defendió los recortes de $1 billón y despidos masivos, admitiendo errores como el ‘accidental’ congelamiento de fondos contra el ébola. ‘Corregiremos rápido’, prometió, mientras funcionarios retroceden en medidas que afectan seguridad nuclear, veteranos y prevención de pandemias.
El caos es la norma: desde suspender y reactivar envíos postales desde China hasta despedir y recontratar expertos en gripe aviar. ‘Es un acoso para que renuncien’, denuncia un empleado anónimo. Mientras Musk y Trump chocan incluso en roles internos, demócratas como Fetterman advierten: ‘El partido del caos perderá’. La pregunta es cuánto daño irreversible quedará.
‘No seremos perfectos’, dijo Musk. La realidad le da la razón: miles despedidos en IRS y VA, USAID desmantelada y programas críticos paralizados. Mientras, Trump culpa a Ucrania de la guerra y luego se retracta. ¿Eficiencia o improvisación peligrosa? Los hechos hablan: un gobierno que avanza rompiendo, aunque sea su propio pueblo el que pague los platos rotos.