• Hogar  
  • OPINIÓN| “Pinchazos, conspiraciones y cultura: el sainete eterno de la clase política chilena”
- País - Política

OPINIÓN| “Pinchazos, conspiraciones y cultura: el sainete eterno de la clase política chilena”

Por Claudia Molina B.| Factos Si pensábamos que la política era cosa de discursos serios y propuestas decentes, la clase política chilena nos ha demostrado que en realidad es un culebrón interminable, donde los espionajes, las traiciones y los secretos se roban el protagonismo como si fuera la última temporada de una telenovela barata. Esta […]

Por Claudia Molina B.| Factos

Si pensábamos que la política era cosa de discursos serios y propuestas decentes, la clase política chilena nos ha demostrado que en realidad es un culebrón interminable, donde los espionajes, las traiciones y los secretos se roban el protagonismo como si fuera la última temporada de una telenovela barata.

Esta semana, el último acto se lo lleva el Caso ProCultura, un thriller donde los pinchazos telefónicos no son un error de producción, sino la estrella principal. No es solo cosa de un gobierno o partido en particular: el espionaje parece un requisito de ingreso para jugar en esta liga. Y si no, pregúntenle al fiscal Patricio Cooper, que más parece un detective de pacotilla salido de una serie mala que un fiscal serio. Entre discursos grandilocuentes y pasos en falso, Cooper se maneja con la sutileza de un elefante en una cristalería, montando shows mediáticos dignos de reality, donde lo único que falta es el coro en vivo y las cámaras de streaming.

Mientras Cooper intenta sacar a la luz “conversaciones comprometedoras” que parecen más guionadas que improvisadas, el país se asoma al espejo de una clase política que ve la ética y la transparencia como esa tía lejana a la que se invita para la foto, pero nunca para la fiesta.

Pero ojo, que este sainete sigue sin director y con actores que improvisan a lo loco: unos lanzan acusaciones al aire, otros se esconden tras el “secreto de sumario” como si eso fuera un escudo invencible, y algunos prefieren hacer el papel de víctimas para ganar puntos con el público. Todo en un espectáculo tragicómico donde la risa nerviosa es el único consuelo.

Y lo más absurdo —porque si no fuera para llorar sería cómico— es que mientras la ciudadanía pelea por acceso a vivienda y salud digna, nuestros políticos están más preocupados por quién los espía, quién filtra y quién se hace el canchero con el teléfono ajeno. Nada dice más “democracia” que una función constante de escuchas ilegales digna de George Orwell y Monty Python.

Quizás deberíamos pedirle al fiscal Cooper que publique un manual titulado “Cómo armar un circo y hacer creer que investigas”, que sin duda se convertiría en best seller. Mientras tanto, nosotros seguimos en las butacas, pagando la entrada con paciencia, pero con el escepticismo afilado.

En esta tragicomedia sin final, la clase política sigue improvisando, cambiando de guion y manteniendo el verdadero libreto oculto: secretos, chantajes y silencios incómodos. El verdadero arte es cómo logran que esta función siga en cartelera sin que nadie apague las luces.

Y mientras el telón cae sobre otro episodio de esta tragicomedia política, el fiscal Cooper se prepara para su próxima función: quizás un espectáculo de magia, donde hará desaparecer pruebas y aparecerán nuevos secretos, siempre con la misma gracia de un “detective” que no sabe si investiga o ensaya para un casting.

Porque en Chile, el verdadero arte no está en la cultura ni en la política, sino en cómo la clase política logra convertir la falta de ética en un show permanente, y la justicia en el chiste favorito del país. Al final, sólo queda preguntarse: ¿quién escribe el libreto? Porque con tantos enredos y montajes, seguro hay un guionista oculto que nos lleva años tomando el pelo.

© Factos Chile – 2025