El último sondeo de CADEM posiciona a MEO como uno de los líderes más conocidos y con mayor alza en imagen positiva. Mientras tanto, sectores del oficialismo y la centroizquierda buscan impedir su participación en las primarias presidenciales. ¿Por qué?
Por Claudia Molina B.
En la última entrega de la encuesta CADEM, correspondiente a abril de 2025, el ex candidato presidencial y fundador del PRO, Marco Enríquez-Ominami, vuelve a instalarse en el centro de la conversación política: aumenta su conocimiento público de 90% a 96%, y sube seis puntos en imagen positiva, alcanzando un 36% de valoración favorable, lo que lo posiciona por encima de nombres como Gonzalo Winter, Carolina Tohá, Vlado Mirosevic y Alberto Undurraga.
Los datos muestran una recuperación sostenida de su posicionamiento mediático, a pesar de haber sido excluido de las últimas contiendas presidenciales dentro del pacto oficialista. MEO aparece como un liderazgo resiliente y vigente, con capacidad de conectar con sectores desencantados tanto de la izquierda tradicional como de las fuerzas progresistas moderadas.
Un liderazgo incómodo para el orden político
Pero mientras los números crecen, también lo hace la resistencia a su candidatura dentro del bloque progresista. Varios sectores del Socialismo Democrático, el Frente Amplio y el PPD han levantado informalmente la tesis de excluirlo de las primarias presidenciales de 2025, argumentando falta de cohesión interna o antecedentes judiciales pasados. Sin embargo, Enríquez-Ominami ha sido absuelto en las principales causas que lo afectaban, y no pesa sobre él hoy ninguna condena ni inhabilitación política.
Fuentes cercanas a las negociaciones afirman que la incomodidad no es jurídica, sino política: su estilo frontal, su manejo comunicacional y su capacidad de desmarcarse de la lógica de bloques tradicionales lo convierten en un factor disruptivo dentro de una centroizquierda que aún no logra articular un liderazgo presidencial claro ni carismático.
¿Por qué lo quieren fuera de la primaria?
Hay al menos tres razones que se cruzan:
- Temor a que robe cámara y agenda: Su capacidad de captar atención mediática podría opacar a candidatos institucionales más moderados o sin presencia pública.
- División interna en la centroizquierda: Su presencia reabre viejas fracturas entre el PRO, el PS, el PPD y el Frente Amplio, complicando la elaboración de un relato unitario.
- Falta de control sobre su narrativa: A diferencia de otros candidatos, Enríquez-Ominami no responde a un equipo partidario tradicional ni a acuerdos de pasillo. Habla directo, rápido y sin filtro.
A esto se suma que su eventual candidatura podría tensionar los equilibrios dentro del oficialismo, especialmente si comienza a aglutinar voto joven y voto periférico, segmentos que el progresismo institucional ha comenzado a perder.

