La madrugada del pasado martes se desató un caos en la vida de la diputada independiente Consuelo Veloso, quien se vio envuelta en un violento asalto que ha dejado a la opinión pública cuestionando tanto su actitud como su estado de sobriedad.
Diego Provoste, un cirujano dentista y testigo del acontecimiento, relató cómo Veloso enfrentó a los delincuentes en medio del altercado. Según Provoste, la parlamentaria estuvo involucrada en un forcejeo con dos hombres que intentaban robarle, señalando que “un tipo le gritaba muy fuerte”, lo que sugiere una tensa confrontación entre la diputada y sus agresores.
En este contexto, Provoste también confirmó que, a pesar de la valentía de Veloso, ella estaba bajo los efectos del alcohol. “Ella efectivamente había tomado algunos tragos”, declaró el testigo. Sin embargo, se apresuró a añadir que no parecía estar tan afectada, aunque admitió que el manejo del vehículo fue irresponsable. Esto, a la luz del test que evidenció su estado de ebriedad, plantea un dilema moral: ¿puede una figura pública ser heroína en una situación de peligro y aún así ser condenada por su imprudencia?
Aún más revelador son las imágenes de las cámaras de seguridad que complican aún más la narrativa de la diputada. Las grabaciones muestran cómo, dos horas después del robo, Veloso inicia su vehículo y se aleja del lugar en dirección contraria al tráfico. Este giro de los acontecimientos ha llevado a muchos a cuestionar la veracidad de su versión de los hechos.
Veloso, quien ha presentado una denuncia por robo con violencia, se enfrenta ahora a posibles penas que incluyen hasta 540 días de cárcel, un multa considerable y la suspensión de su licencia de conducir. Un precio alto a pagar por lo que podría haber sido un acto heroico o una temeridad.