El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció este miércoles su intención de imponer un arancel del 25% a todas las importaciones de automóviles. La medida, según explicó, busca incentivar la fabricación nacional y recuperar empleos industriales, aunque generó preocupación en el mercado debido a su posible impacto en las cadenas de suministro globales de la industria.
“Queremos que los autos se fabriquen aquí, no en otros países”, justificó Trump, reafirmando su postura proteccionista durante su administración entre 2017 y 2021. Sin embargo, la propuesta provoca cuestionamientos sobre sus verdaderas repercusiones.
El arancel no solo pondrá en aprietos a los fabricantes internacionales, sino también a las empresas estadounidenses que dependen de componentes importados. General Motors y Ford, gigantes del sector, enfrentan riesgos significativos. De hecho, las acciones de General Motors cayeron cerca de un 3% tras el anuncio, mientras que las de Ford, aunque tuvieron un leve aumento, no escapan del impacto que podría generar esta política.
Stellantis, propietaria de Jeep y Chrysler, reportó una caída del 4% en sus acciones, lo que pone de manifiesto la preocupación inversora. Analistas advierten que el costo elevado de componentes importados podría llevar a un aumento en los precios de los vehículos para los consumidores, lo que podría resultar en una disminución de las ventas y, como consecuencia, afectar negativamente el empleo en el sector.
La medida de Trump es un paso más en su intento de proteger la economía estadounidense, aunque los efectos colaterales muestran que el camino hacia la autosuficiencia puede ser más complicado de lo que parece.