En un giro inesperado de la política exterior estadounidense, el secretario de Estado, Marco Rubio, ha dejado claro que Venezuela debe aceptar el regreso de sus ciudadanos deportados desde EE.UU. Nueve meses después de que un acuerdo entre Donald Trump y el presidente salvadoreño Nayib Bukele desembocara en la deportación de 261 migrantes, muchos de ellos venezolanos, la tensión está en su punto más alto.
Rubio ha expresado que el régimen de Nicolás Maduro no tiene opción de negociar sobre este asunto: “Venezuela está obligada a aceptar a sus ciudadanos repatriados desde Estados Unidos. No es un asunto de debate ni de negociación”, afirmó en la red social X, advirtiendo sobre sanciones crecientes si no se acepta un flujo constante de vuelos de deportación.
Lo que comenzó como una deportación masiva ha evolucionado en un conflicto internacional. Maduro, por su parte, ha mencionado que estos migrantes fueron “secuestrados” y ha decidido llevar el caso ante organismos internacionales, alegando crímenes de lesa humanidad contra los deportados. De este modo, no solo se agrava la situación humanitaria, sino que también se tensa aún más las relaciones entre ambos países.
La proclamación secreta de Trump, que invocó la Ley de Enemigos Extranjeros, ha sido cuestionada por expertos legales, quienes dudan de su validez. Aparentemente, EE.UU. se encuentra en una especie de guerra fría con el régimen de Maduro, un juego complicado que involucra tanto la seguridad nacional como las políticas migratorias.